miércoles, 17 de septiembre de 2008

Un post de un comentario

Bueno gracias al Blog de la extranjera, llegué a este otro El cuaderno de Samuel, cuyo primer post es un artículo muy interesante. Les anexo el link y mi comentario al artículo.
Blog:
http://elcuadernodesamuel.blogspot.com/
El post:
http://elcuadernodesamuel.blogspot.com/2008/09/los-mitos-del-autor-indito.html

Bueno en Venezuela tenemos algo que, robándome el bautizo de un querido amigo escritor, se llama la rosca. En esa rosca, que por cierto tiene forma piramidal, viven unos cuantos que son considerados los escritores del momento, las nuevas letras venezolanas, el talento descubierto y qué sé yo que otros. Lo cierto es que si se mira con lupa la cosa resulta que siguiendo unos pasos, a manera de receta de cocina, consigues ser publicado. Uno indispensable es tener un blog, ya sea personal o colectivo, donde descargues tus angustias o pongas algunos cuentos con la esperanza del descubrimiento. El otro es pertenecer a un colectivo, claro sólo los aceptados, fundados por los iniciados en la materia. Escribir también, no hay que negarlo. Pero lo fundamental es entrar en la rosca, ser aceptado e ir subiendo paulatinamente a base de "chupar medias" (jalar mecate, adular...), alabar la obra de los miembros consagrados así te parezca una basura y no puedas pasar de las 15 primeras páginas.

En fin, codeándote con la gente que debes codearte, pues casi garantizada la cosa. Aunque como en la bulimia se tenga que vomitar al final del día.

Cuando el planeta se nos caiga encima...

... pues será demasiado tarde, ¿qué más puedo decir?

La verdad es que cuando el planeta se nos caiga encima va a ser tarde para arrepentirnos de haber dejado la llave del baño abierta, haber botado el papel en la calle y habernos burlado de aquel que reciclaba vidrio.
Cuando el planeta se nos caiga encima se acaba el tiempo aristotélico, platónico, kantiano y divino. Ya no habrá oportunidad de cerrar aquella industria que abrió el hueco, recoger el monton de basura en la playa o meterle cuatro coñazos a los desgraciados que lo ensucian todo. Es que eso es lo que hay que hacer... ¿por qué me levanté hoy tan "green"? A ver...
Érase una vez, no, érase todos los días de este mundo muribundo...

El cuento plano: Estaba comprando hoy una agua en el farmatodo que queda por la casa, antes compraba casi siempre un red bull pero me estoy regenerando. Cuando voy por la entrada veo a un señor con una pistola, o no sé como se llama, con agua y aire comprimido, limpiando la entrada y el estacionamiento del local. Al principio, pienso que hay que limpiar ni modo. Pero cuando me acerco veo que la manguera que suministra el agua a la pistola (me quedo con este nombre por el gatillo que tiene el aparato en el mango) tenía una conexión deteriorada por la que se escapaba un buen porcentaje del agua. Indignada entro al local, compro lo que iba a comprar y cuando salgo está el asistonto del tipo de la pistola lavándose las manos en el chorro de la conexión dañada. Me digo a mí misma: Calma, no vale la pena. Pero se me atraviesa el apellido y me volteo y le digo: Oye que desperdicio toda esa agua que se está botando allí. El tipo, por supuesto, me mira con cara como si le estuviera explicando la fisión nuclear. Insisto: Mira pero ni siquiera pueden comprar una manguera o la pieza nueva, tienen que botar el agua así, cuando se nos caiga el planeta encima vamos a ver si quedas con esa sonrisa tonta. Otra vez la cara de ignorancia, gorilas en la niebla 3, acompañada esta vez de una sonrisa como diciendo: esta jeva debe tener la regla. No, no tengo la regla, tengo es una arrechera gigante por esta gente que no cuida, que bota, que ensucia y que, lo peor de todo, no le da ni un ápice de importancia cuando lo hace. Estoy harta de que nos limpiemos en Mc Donalds (y me incluyo en esta) con mil servilletas, que imprimamos veinte veces un informe en la oficina por fastidio de leerlo en la pantalla. Estoy harta de tanta ignorancia junta. Estoy harta de las caras de simio que ponen cuando uno les dice algo. Claro uno queda como el loco del muelle de San Blás esperando la mínima reacción. ¿Qué les importa a ellos comprar una pieza para no desperdiciar el agua? ¿Qué le importa al gerente de la tienda si eso no lo justifica en la facturación y además ese negocio no es de él? No nos importa nada, somos unas malditas islas. Quizás si Venezuela entra en una guerra dormiran unos al lado de otros al lado de cadáveres sin importar nada, mientras no se metan con ellos. Sí, aunque sea una mentira gigante a veces el simio mayor (Presidente Hugo Chavez Frías) tiene toda la razón aquí no hay solidaridad. Claro esto para él es sólo una manipulación, pero aceptemos las cosas como son tiene razón. Y está bien, pero imbéciles (para decir algo light) cuando el mundo se nos caiga encima ya no habrá tiempo de cambiar ni de nada...

viernes, 12 de septiembre de 2008

Hoy se trata del ζῳον πολιτικόν

Desde el desarrollo endógeno del misterio hasta el show mediático fantasmal, la política de este país lo que es simplemente un circo romano. Con problemas personales, con una vida feliz, con el mercado hecho o los platos sin fregar; no hay un día en que alguien no escuché un cuento de un acto de este circo. Ayer fue patético escuchar al patrono del circo vociferando que los yanquis para fuera y expulsando de un país con amenaza y plazo a un ser humano. La Convención de Viena, bien gracias, hasta el indígena segundón supo declarar non grata a la persona del embajador antes de sacarlo de su territorio. Es imposible no terminar hablando de política, ¿por qué es la cola? resulta que ahora inventó que hay un intento de asesinarlo (me niego a darle el calificativo de magno a ese orate) y todos los miméticos del absurdo se fueron a hacer una vigilia en Miraflores para protestar.

Así no se puede, no se puede vivir, ni respirar ni nada. La solución, está claro que es irse. Ah, ¿huir dices tú? No. Simplemente como dice la canción de Sabina... In-compa-tibilidad de caracteres. Aquí lo que queda es el divorcio. Porque claro está que este señor no sale de acá pronto. Y sabe qué señor presidente de esta nueva república que lo que da es pena, si y me incluyo me da pena y soy motivo de ella; la culpa es de nosotros que no hacemos nada, que Ud. hace lo que le da la gana y mientras tengamos un quince y último no hacemos nada, que mientras nos podamos ir a otro país no hacemos nada. Ojalá yo tuviera la valentía de hacer algo, lo que estoy es frustrada y con una impotencia enorme, y sintiéndome como que no lucho por mi país. Y después veo a un niño de la mano de su madre botando un papel de basura a la calle...

jueves, 11 de septiembre de 2008

En vaivén de la esperanza

Mi esperanza está en una etapa lúdica y yo soy su juguete preferido. Unas veces se pasa todo el día jugando al escondite y al siguiente me reclama a gritos atención, así como un niño le grita a su mamá: "Mírame mamá, ¿viste? Mírame como hago. No viste, ¿verdad?" Mientras tanto yo, que trato de llevarle el paso, casi siempre me quedo sólo de espectadora forzada durante sus juegos. Quisiera poder seguirle el paso.
Un día me inunda y me llena de fuerzas su juego, pero pronto parece que se va acabando el combustible y ni siquiera para escribir una entrada de blog tengo ganas. Al final, todo se resume a un vaivén de la esperanza, o del amor, o del odio, o hasta de las hormonas (quién sabe). Imagino que eso es vivir, sin filosofar mucho, el continuo vaivén. Seguro por eso es que hay que disfutar el momento y todas esas cosas que dicen las tarjetas y los libros de autoayuda. O simplemente es tomar la opción de contemplar, ver pasar y no sentir.
Pensé en estos días que lo mejor sería encerrarme en una vida así: contemplativa, después de todo Sócrates y unos cuantos la han recomendado. Sin embargo, pienso en todas las cosas que me perdería y enseguida siento ese vértigo en el estómago que lo advierte a uno de ciertos males.
Pensé en el libro que terminé de Etxebarria, en el personaje más atormentado de la obra (Juan), un escritor sin vida, cuya única experiencia la descargó en un libro de poemas y que después se quedó vacío intentando asir historias de otras historias y construir su Frankenstein. Y definitivamente si esta vocación de la escritura, que no sé en qué va a parar, ha sido una constante a pesar de los vaivenes; entonces tengo que vivir, tengo que soportar la inestabilidad y abandonar el control (pero eso es tema de otro post: el control). Escribir es viviencial en sí mismo, pero lo es en fondo y forma, uno sin el otro no funciona en definitiva. La experiencia, por más logrado que esté un libro, no es transferible unívocamente, sino que es fragmentaria. Son sólo fragmentos los que llegan y son sólo fragmentos los que quedan, y estos últimos son realmente pocos.
También pensé, para cerrar, que iba a escribir únicamente un pequeño parrafo sobre la esperanza lúdica, y terminé escribiendo del escribir, ¿será que todo se conecta?

lunes, 8 de septiembre de 2008

En el laberinto del minotauro

La Casa de Asterión

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Jorge Luis Borges

A veces simplemente me siento como un monstruo, y esas veces por lo general no me veo a través de mis propios ojos. Esas veces mi conducta es señalada por otro que ve en mi ciertos aspectos que se me esconden en el espejo. Las veces en que soy monstruo me levanto con reseca como hoy, una resaca más pesada y amarillenta que la que deja el alcohol. Soy un monstruo las veces en que voy a los extremos, en que siento que el mundo se me desborda de las manos y ya no puedo seguir. Esas veces en que me convierto en monstruo es cuando más tengo miedo. Miedo al laberinto en el que siempre he habitado y que ahora me parece otra vez en ruinas porque no estás. Se me caen las paredes encima y no entiendo y no sé cómo repararlas. Sólo me queda la esperanza de un Teseo para no continuar con esta historia.
En las mañanas como la de hoy en que no soy ya un monstruo es cuando más me hacen falta tus abrazos...


http://www.youtube.com/watch?v=0N6hfVqXZbY

viernes, 5 de septiembre de 2008

Jugando al escondite

La actitud de defensa. Cuando era pequeña y tenía cualquier problema lo primero que hacía, aparte de contener las lágrimas en una suerte de bolsas que tengo en los ojos (no tengo ni idea de porqué pero puedo retener una cierta cantidad de lágrimas y tratar de que se sequen y no sacarlas... mmmm... una realidad metafórica), era irme a sentar en el escalon del clóset donde van los zapatos. Allí podía pasar tranquilamente mis angustias, era mi escondite de aquellos días. Poco a poco la cosa va cambiando, es decir, uno crece y ya no cabe como antes en esos escondites, y además como se vería "ridículo", pues se comienzan a inventar otro tipo de refugios.
Con razón los psicólogos, psiquiatras, psíquicos y todos los psi afines ganan tanto dinero (claro mis amigos que lo son me dirán loca del de..., pero piensen: todo el mundo necesita terapias y terapias de terapias, y bueno si se encuentran con uno malo generan más traumas [En fin, mi respeto a los profesionales del medio] {ya basta de paréntesis}).

¿Cuál es tu escondite?

Yo en lo personal tengo varios: prepotencia es uno, cerrarme a cualquier explicación sin dar mi brazo a torcer porque siempre tengo la razón (prepotencia, ¿no?), los libros, traducir griego, el cine, fingir demencia (este es uno de mis favoritos, pero me sale mal, tengo el defecto de la sinceridad), estructurar las cosas, analizar las cosas mil veces y siempre salir con una solución. Debo ser muy fastidiosa, lo sé, esparciendo mi so called sabiduría a todo el que se me atraviese, porque sí, no reparo en peticiones yo voy y punto. Creerme otra es buenísima opción: juegos de rol (los extraño), bruja milenaria (este fue divertido mientras duró), escritora (aún lucho por este no se crean), filósofa (tengo diplomas para demostrarlo). Y así se me va la vida escondiéndome. ¿Para qué salir de allí? Cuando soy yo misma me expongo inexorablemente al daño (entran los psi de nuevo). Claro es parte de la vida el sufrimiento y bla, bla, bla... No me interesa.

Quizás estoy teniendo una epifanía en este momento de mi vida por las circunstancias. Quizás crecí o quizás soy más niña que nunca y por eso veo todo sin tanta ridiculez social aprendida, imitada y perfeccionada. NO LO SÉ.

Hoy me sale cambiar de actitud y aceptar que el mundo no va a cambiar por mí, que sólo me puedo ocupar de lo que soy y lo que hago yo. Que las palabras, sí, se las lleva el viento y no valen de nada sin acciones. No vale de nada escribir esto, no vale de nada la noche malísima que pasé pensando en la discusión con mi jefe: ¿Él va a cambiar por mí, por lo que yo le pueda decir? Quizás, quizás, quizás. Aún tengo la esperanza, pero tengo que ser realista alguna vez y entender que ese quizás no es suficiente. El quizás sólo me sirve para conformarme, pero el actuar deja otro sabor de boca.

Es muy cómodo mi escondite, es lo más cómodo seguir jugando. Sin embargo, no sé si este juego me hace tan feliz como antes.


11

ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

Alejandra Pizarnik. Árbol de Diana



jueves, 4 de septiembre de 2008

Pues voy a terminar creyendo que tienes razón...

Definitivamente, lo que más peso tiene es lo malo. Y más aún lo que en un momento era bueno puede que al siguiente se convierta en lo malo, increible.

Un ejemplo de este trabalenguas (cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia) :

Situación: una relación que termina.
Los recuerdos de las cosas buenas y los momentos maravillosos y todo lo soñado y en las nubes... se convierte en lo que más pesa a la hora de seguir el camino propio lejos de esa persona. Cambia de rol y ahora hace daño o hace quedarse "pegado" cuando no se puede, no se debe o quién sabe qué razón.

Y qué decir de las palabras, es totalmente cierto que se las lleva el viento. Pero un momento, se las lleva el viento, por lo general, cuando se trata de promesas, soluciones, enmiendas. Sin embargo, al decir una palabra ofensiva, de ruptura o fuerte se queda grabada en el consciente, el subconsciente, el infinito y el más allá; y si se cree en la reencarnación como siempre digo: se trancó la bicicleta. Además, como si este caldo no estuviera ya bien morado, el consciente (el sub y el supra también, incluso el yo y super yo y quien sabe qué otro) borra las circunstancias en las que se dijeron las palabras. NO hay pasado, NO hay causa, NO hay nada que rodee esas palabras que de forma instantánea pasan a ser mini dagas que se clavan bajo las uñas, es decir, vamos a ver quién las saca así facilito.

El olvido no llega. No hay explicación que valga. Porque tú me dijiste y qué horror que pienses eso de mí, pero es que estaba ciego de la rabia. No, no, eso es lo que piensas tú de mí, eso es seguro...

Por cierto, yo soy el personaje A del diálogo, yo no olvido y me cierro en la posición hasta que no puedo más. Excavo y me voy profundo hasta llegar al punto en que ni me doy cuenta de que el canario de la mina lleva rato muerto. Y muero yo también, así trate de salir a la superficie corriendo con todas las fuerzas que me queden, no llego porque es imposible. Para aumentar el drama, sí siempre aumentar el drama es posible: me cavo mi propia tumba (Lucerito, Lupita Ferrer las quiero... Y aquí suena la canción de Topacio interpretada por el Gabo JAJAJAJA).

A lo que trataba de llegar con tantas vueltas: el mantra ocúpate y no te preocupes tanto. Quedarse en la posición como si fuera el último bastión en el mundo, es quedarse en la mina con el canarito. Sí, las palabras están allí y duelen, hasta las acompañan acciones que es mucho peor. Pero hay que ser medianamente inteligente para salir de la mina a tiempo, sofocado, está bien, pero vivo. ¿Para qué empecinarse?

Y mucho cuidado, con esto no quiero decir: Olvidemos todo y finjamos la deliciosa demencia colectiva. Esos borrones y cuentas nuevas, terminan siendo la basura que escondemos bajo la alfombra, cada vez que pasamos por allí sentimos el bultico.

En fin, al escribir esta precisa línea me doy cuenta de que mi título es mentira. Y no, por más golpes, no voy a creer nunca que tienes la razón... (Este si es un bastión que merece defensa, ¿no?)