jueves, 11 de septiembre de 2008

En vaivén de la esperanza

Mi esperanza está en una etapa lúdica y yo soy su juguete preferido. Unas veces se pasa todo el día jugando al escondite y al siguiente me reclama a gritos atención, así como un niño le grita a su mamá: "Mírame mamá, ¿viste? Mírame como hago. No viste, ¿verdad?" Mientras tanto yo, que trato de llevarle el paso, casi siempre me quedo sólo de espectadora forzada durante sus juegos. Quisiera poder seguirle el paso.
Un día me inunda y me llena de fuerzas su juego, pero pronto parece que se va acabando el combustible y ni siquiera para escribir una entrada de blog tengo ganas. Al final, todo se resume a un vaivén de la esperanza, o del amor, o del odio, o hasta de las hormonas (quién sabe). Imagino que eso es vivir, sin filosofar mucho, el continuo vaivén. Seguro por eso es que hay que disfutar el momento y todas esas cosas que dicen las tarjetas y los libros de autoayuda. O simplemente es tomar la opción de contemplar, ver pasar y no sentir.
Pensé en estos días que lo mejor sería encerrarme en una vida así: contemplativa, después de todo Sócrates y unos cuantos la han recomendado. Sin embargo, pienso en todas las cosas que me perdería y enseguida siento ese vértigo en el estómago que lo advierte a uno de ciertos males.
Pensé en el libro que terminé de Etxebarria, en el personaje más atormentado de la obra (Juan), un escritor sin vida, cuya única experiencia la descargó en un libro de poemas y que después se quedó vacío intentando asir historias de otras historias y construir su Frankenstein. Y definitivamente si esta vocación de la escritura, que no sé en qué va a parar, ha sido una constante a pesar de los vaivenes; entonces tengo que vivir, tengo que soportar la inestabilidad y abandonar el control (pero eso es tema de otro post: el control). Escribir es viviencial en sí mismo, pero lo es en fondo y forma, uno sin el otro no funciona en definitiva. La experiencia, por más logrado que esté un libro, no es transferible unívocamente, sino que es fragmentaria. Son sólo fragmentos los que llegan y son sólo fragmentos los que quedan, y estos últimos son realmente pocos.
También pensé, para cerrar, que iba a escribir únicamente un pequeño parrafo sobre la esperanza lúdica, y terminé escribiendo del escribir, ¿será que todo se conecta?

1 comentario:

Pulgamamá dijo...

Claro todo se conecta. La esperanza está concetada con todo lo que somos y todo lo que hacemos y tu eres escritora.
Un placer leerte.