martes, 2 de septiembre de 2008

El comportamiento agresivo no nace, se hace...

Estoy leyendo De todo lo visible y lo invisible de Lucía Extebarria, en esta novela se habla de una pelirroja bien particular: directora de cine y ex escort en Londres. No, este post no va a ser la reseña del libro. El caso es que Ruth (la protagonista) tiene una relación bastante tormentosa con un escritor (Juan), el tormento llega a tal punto que una persona que cualquiera de sus conocidos podría garantizar que no es violenta, e incluso que es frágil; termina dándole un botellazo, miento, varios botellazos a su amante en la cabeza.
La escena del botellazo podría ser descrita cinematográficamente y dejar que uno saque sus propias conclusiones. Sin embargo, la escena, aunque descrita en tercera persona, va como creciendo desde el interior de Ruth y a la vez que nos cuentan los hechos también nos cuentan los hechos interiores de esta mujer. Cuando llegamos a ser agresivos pueden ser miles las razones, desde un desbarajuste genético hasta quién sabe alguna enfermedad relacionada con las vacas que comemos. El problema es cuando no existe una causa "dura", sino que se tiene ante sí a una persona que nunca ha tenido semejante comportamiento. Yo confieso haber experimentado momentos de ira, momentos en que un interruptor se activa dejando apagada la racionalidad, momentos en que siento que no soy yo. Podría sonar a justificación lo que dice en el libro que Ruth fue llevada por un camino intenso de maltratos verbales, a los que encima no tenía la capacidad en el carácter de responder y toda esa respuesta explotaba en lo físico. Ruth no es una mujer maltratada que va por la calle exhibiendo sus moretones u ocultándolos por vergüenza. Esta mujer ha sido llevada a un extremo, ha sido jalada por un brazo invisible a no ser ella misma. ¿La otra persona tiene la culpa? Sí, pero Ruth también. He descubierto en estos últimos meses que siempre la culpa es de dos cualquiera sea la relación. Y recuerdo las palabras de la misa... pensamiento, palabra, obra y omisión...
El no hacer nada también es hacer algo cuando se trata de la culpa. La inercia ante una situación es culpa así como la acción. Después de leer este fragmento del libro y ver mis actuaciones en la memoria, concuerdo con lo que plantea Etxebarría, un comportamiento violento no surge de la nada cósmica, un comportamiento violento tiene explicación. Un comportamiento violento es reactivo, es en el fondo un grito de auxilio a quien lo provoca o incluso a quien lo recibe indirectamente. Las personas que no son violentas o agresivas no lo serán a menos que sean llevados a no ser ellos mismos, a un quiebre de valores, visión o sentimientos que los haga tambalearse en su estructura. Es más fácil culpar señalando con el índice hacia otra dirección que no sea la nuestra. Lo valiente es que el agresor y el agredido puedan mirarse los dos como hacedores y no en roles contrarios. No es posible catalogar a una persona de agresiva o violenta por un único acto, creo que estos estallidos no son más que gritos de desesperación y así deberían ser leídos.




Fragmento del libro
Todo aquello había sucedido en cuestión de segundos. Juan no había dicho prácticamente nada y ella había respondido de una forma aparentemente irracional. A primera vista la provocación había sido mínima y no justificaba tamaño arrebato violento. Pero ella sabía, por experiencia, lo que la frase que Juan había dicho y, sobre todo, el tono con que la había pronunciado, prometían: otra noche de agrias recriminaciones, otra discusión inacabable. Había actuado en una crisis de pánico, como el perro que ataca al escuchar una orden determinada sin que medie provocación, sólo porque con el tiempo ha aprendido a asociar estímulos, y en los entrenamientos ha asociado esa orden a la inminencia de un golpe. En realidad el perro agresivo no ataca: se defiende, aunque esto parezca difícil de entender a primera vista. El comportamiento agresivo no nace, se hace. Pero explícale eso al padre del niño agredido por el perro, explícale que el perro es tan víctima como el niño al que ha mordido. Y explícate eso a ti misma, cuando no puedes entender cómo has sido capaz de hacer tal barbaridad.

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